12:25 p. m.

A nuestros queridos buses

Hace poco leí una calcomanía de bus que decía: “Señora: todo niño paga, a menos que sea hijo del chofer” y me di cuenta de la importancia del mensaje que quería transmitir el chofer del bus, porque hay señoras que insisten que el niño de ocho años todavía va sentado en las rodillas y así tal cual se lo acomodan encima, encaramándole de paso la mitad del peso del niño, al compañero de puesto.

Y es que sobre los conductores de buses se dice cualquier cantidad de barbaridades, pero creo que es necesario reflexionar un poco más acerca de estos hombres que día a día salen a cumplir una de las labores más estresantes de todas: “el rebusque motorizado”, el cual no sólo los incluye a ellos, sino además a cientos de personas que diariamente se suben a él. Porque en definitiva, los buses son un caldo de cultivo social maravilloso.

Que los choféres de bus son unos guaches horrorosos? Si. Que eso sea malo? Yo me atrevería a decir: “depende el cristal con el que se mire”. O a quien no le alegra que su chofer sea un atarbán cuando son las 6 y 30 de la mañana, uno va a clase de 7 y hasta ahora está en la esquina de la casa? “Aleluya, Aleluya, que el chofer sea un cabrón”. Que los choféres atestan los buses hasta que no les cabe ni un alma, pues sí, pero después de uno enterarse que el recorrido les deja sólo $60.000 pesos para tanquear, hacerle mantenimiento al mismo, sobrevivir y encima pagar las multas, pues uno se vuelve un poco condescendiente y hasta ve con mejores ojos, cuando el chofer, el “buen” chofer, se conmueve de uno con su grande e infinito corazón y nos para, después de que otros tres buses no se detuvieron ante nuestro afán.


Aunque me permito decir que los buses no son sólo eso. Las mejores ofertas en útiles escolares se encuentran en el bus. O quien que monte en bus no exhibe orgulloso un esfero “pointer” con mina de plata y su portaminas compañero que le salió en 1000 pesos y por el que se llevó de ñapa dos resaltadores y un borrador, puesto que al ser una oferta a nivel urbano le sale a uno por ese precio, porque en el comercio tiene un valor, perdón, un costo y valor del doble e incluso del triple, si lo compra en la Panamericana? Es que los buses son maravillosos. Por ejemplo, confite hay todo el que uno quiera, porque como lo dice el adagio popular “en la variedad está el placer”. Por eso, se puede ver en un sólo trayecto, maní dulce, maní salado, colombinas, dulces turcos, galletas, wafers nucita y toda clase de combinaciones, porque como no son el mismo producto todo se puede ofrecer en el mismo bus ( o a alguien le ha tocado oferta repetida?). Eso sí, no falta el chofer mala papa, que engaña al pobre vendedor de bus diciéndole “ se acabaron de bajar”, cuando uno sabe que en los 7 minutos de trayecto que van corridos, no se ha subido nadie, y se queda uno con los 300 pesos listos para comprar el convite (porque todo vale 300 y dos en 500), puesto que esto de las ventas en el bus, como cualquier gremio, también tiene su rosca. La cosa es muy simple, vendedor que hace buenas migas con el señor conductor tiene carta abierta para vender cómo y cuando quiera, vendedor que le regala un producto al chofer, puede vender de vez en cuando, y nuevo vendedor, o vendedor aparecido, le toca subirse a la fuerza o esperar a que alguien lo presente con el conductor, para iniciar la relación social-laboral, tan necesaria para este trabajo. Cabe anotar que si uno no se aprovisionó antes de la 72 con séptima de toda clase de víveres, le toca irse para la casa con las manos vacías, porque de ahí hacia el norte, no vuelven a aparecer (ha de ser que también tienen jurisdicción).

Y qué decir de la promoción del arte en los buses. Personalmente, yo no sabría que está de moda en el género tropical-vallenato, si no montara en bus. Y claro, no tendría la oportunidad de deleitarme con los “rescatadores” de la música colombiana, si no montara en bus. Es más, la mejor música llanera, se oye entre la 33 y la 54 con séptima. No podemos olvidarnos de la prosa y la cuentería, que también se dan lugar en nuestros buses, con representantes de todas las edades y condiciones sociales (desde el viejito, que acaba de salir de la cárcel, hasta el uniandino, que en vez de vender brownies y sandwiches en la universidad, hace cuentería en los buses. Qué gracia, qué talento!!!).
Debo decir, que todos los que tenemos la fortuna de montar en bus llegamos a conocer a todos estos personajes, ya no son más, ajenos a nosotros, ya no son más, la gordita de los dulces y el negrito ese de los cubitos de queso, sino, Marcela y Elkin. Cuando paso días sin verlos, me hacen falta y me pregunto cómo y dónde estarán.

Marcela es particularmente especial. Ella capturó al cliente del servicio público, con aquella historia de que era estudiante universitaria y que con esto se pagaba la universidad. Al principio, ella vendía colombinas por cualquier moneda que Dios dispusiera en nuestros corazones. Ahora, como el negocio creció y ella es íntima de todos los choferes de bus de la séptima (es de la rosca), se pudo dar el lujo de ponerle precio a la mercancía y cambió las humildes colombinas, por los dulces turcos que mencioné antes (una especie de garotos turcos, una delicia).

Pero en realidad me cautivó, porque ella habla delicioso y gracias a ella he podido saber más de este mundo tan audaz, del transporte urbano. Por mi particular vicio de oir conversaciones ajenas (del cual escribiré en otra oportunidad) me enteré de que ella tiene locos a todos los hombres de la ruta “Guicaní – Club Cafam”, sé también que se enrrumba todos los fines de semana con los de la ruta, y además supe también, que hay un chofer que tiene pecueca y juega mal al tejo. Cómo no quererla, y aún más, extrañarla, cuando es ella quien más divierte mis viajes en bus?

Sé que por mucho tiempo se les ha dado muy duro a aquellos que ejercen esta profesión, y sé que aún son presa de los peores odios, pero para mi, se han convertido en una especie de héroes al volante, los cuales desenfundan clutch, acelerador y freno, para llevarme a mi destino, enfrentándose a los otros miles de choferes que sin serlo de buses o busetas manejan como ellos. Por eso, este pequeño reconocimiento, al tan magnífico, y por tanto tiempo, vilipendiado, servicio público, que entre otras muchas cosas, me da la oportunidad de escribir estas líneas mientras me lleva rápida y divertidamente hasta mi casa

2 comentarios:

Diego dijo...

Excelente documento, me fascina comno escribes y debo reconocer que le tema de los buses es muy especial en nuestra ciudad, tu comentas del mercado de la ruta de la carrera septima pero hay personajes en cada ruta, que decir de aquel personaje de la 45 abajo de la caracas que obtuvo el segundo puesto en un concurso con una poesia a Colombia que se sube a declamar y deja el bus apestando a pielroja. o el fabuloso cantante que sube cerca de la U piloto a cantar 3 canciones, dos de ellas a peticion del publico, tengo que decir que en varias ocaciones canto la cancion que necesitaba escuchar en ese momento y que en varias ocaciones le heche la madre en silencio al chofer por no dejar subir al cantante, tal vez no es de la rosca.

nuevamente felicitaciones por tu blog...me encanta.

diegoivan.g@gmail.com

Filipogs dijo...

Vivan los buses!

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