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EL DIARIO DE MI VECINA

Confieso que me gusta entrometerme en las vidas ajenas. No particularmente las pertenecientes a mis conocidos, sino más bien todo lo contrario, me encanta enterarme de las cosas de las personas que no conozco. Yo soy de ese tipo de persona que en un restaurante oye la conversación de la mesa en la que está y de la mesa de al lado. O en un bus o metro, me entretengo con las conversaciones de los otros pasajeros, pongo atención a lo que habla la gente en la calle, o lo que van hablando por sus celulares, y encuentro un grato placer en mirar a través de las ventanas de las casas o apartamentos cuyas cortinas están abiertas.


Lo anterior me ha traído todo tipo de experiencias, desde la del viejo verde que se dio cuenta que yo lo estaba oyendo y empezó a hablar de todas las proezas sexuales que iba a practicarle a la mujer de su mejor amigo mientras éste estaba de viaje de negocios, para dejarme saber sus habilidades eróticas y ver si me interesaban; hasta la de la señora empelota que caminaba tranquilamente por su apartamento con las cortinas abiertas en un primer piso con quien me topé, mientras echaba una ojeadilla al interior de su casa. Cabe decir, que todas las historias no terminan en vergüenza, hay algunas experiencias que dejan enseñanzas para la vida, como la que esta me dejó.

Un día iba yo saliendo de mi casa cuando me encontré con que mi vecina se estaba mudando. Al regresar, ya la mudanza había acabado, pero en la puerta del edificio yacían abandonados algunos objetos que antes le habían pertenecido a la ex - residente del 401. Como buena observadora social que soy (no chismosa), decidí echar una ojeada a una pila de libros que había allí tirada, (nunca he podido resistirme a un libro huérfano). Los libros no resultaron de mi interés, ya que la del 401 tenía una seria afición por los libros de superación personal, los cuales evito a toda costa, así que los dejé de lado. Ya estaba a punto de irme cuando un destello dorado brilló en el fondo de la caja donde estaban los otros libros, éste también era un libro pero lucía diferente, me acerqué, lo examiné y con una sonrisa de oreja a oreja leí el título del mismo: “Mi diario”.

Cómo volador sin palo subí a mi casa, me acomodé y me dispuse a leer el diario de la vecina del 401 a quien nunca había visto hasta el día de hoy, y cuyos secretos reposaban en mis manos en ese instante. Su diario empezaba así:

“Odio mi vida. Estoy gorda, estoy fea, estoy sola. Coincidencia?”

Era un comienzo atrapante, así que sin perder tiempo seguí con su lectura. Para mi decepción, las siguientes páginas eran una lista de alimentos con sus respectivas calorías, la sumatoria de las mismas y un comentario al final de cada hoja. Confieso que la sonrisa se me borró de la cara, y perdí todo el interés, me di cuenta que estaba en frente de un diario de dieta. Adiós historias jugosas, -pensé-, iba a devolverlo adonde lo encontré, pero como nunca había visto un diario de dieta, decidí echarle un vistazo a ver qué pitos tocaba.

La primera entrada era el 20 de marzo, ese día mi vecina consumió 1375 calorías (en cuatro pendejadas que se comió), corrió por 45 minutos, hizo pesas y sentadillas, compró una báscula y decidió que tenía que pesar la comida antes de ingerirla. También descubrió que beber agua ayudaba, pero no escribió a qué.

Día 2. Consumió 4530 calorías (un poco pronto para perderse en la ansiedad de la dieta), provenientes de cosas que ni siquiera estaban ricas y que no se debió haber comido (según su propio criterio). Este día traía una moraleja: “De ahora en adelante, sólo voy a comer cosas ricas”.

Día 3. Comió 600 calorías sólo al desayuno, luego la cuenta del resto del día fue de 2770, todas provenientes de dulces y postres. Hay una excusa, estaba deprimida y estresada. Moraleja #2 No tiene que morirse de hambre para hacer dieta y Moraleja #3 “Si deja de comer (empezando esta noche), va a perder peso”.

Día 4,5 y 6. Todo lo demás como los anteriores días.

Día 7. Consumió 2570 calorías y se siente mal. No bajó de peso en su primera semana de dieta. Sigue comiendo mucha basura. Moraleja #4 “La próxima semana sólo voy a comer si tengo hambre”.

Día 8. 1545 calorías tan sólo en el desayuno y el almuerzo, reconoce que la cagó. Moraleja #5 “Implementar en serio el sólo comer si tengo hambre y lavarme los dientes”.

Día 9. Hoy no hay cuenta de calorías. Hoy es un resumen de la experiencia. En este día el diario de dieta adopta un carácter filosófico y revolucionario, de corte marxista. Surge una pregunta: ¿A ver, para qué estoy haciendo esto? Es para contar calorías? No, ¿Es para cambiar mis hábitos? Si. Como éste es el meollo del asunto, ella escribe qué hábitos quiere cambiar. El diario de dieta sufre una revolución, cae el sistema de nomenclatura calórica y sube un sistema basado en el ser humano. El nuevo sistema de medición se basa en contar hábitos, no calorías y adquiere una valuación propia, asi: 1= Si la ingesta de alimentos se realizó por otra razón fuera de la de tener hambre, 2=si la misma tenía como propósito terminar el plato que tenía en frente, y 3= si había comido, incluso si no está rico.

Día 10. El nuevo sistema cayó. Se da cuenta que lo importante no es saber si comió cosas ricas o no, sino saber si comió porque tenía hambre o no. Hay que buscar un nuevo plan a seguir. Mientras tanto, va a meditar 2 veces al día acerca de la persona que quiere ser.

Día 11. Comió 12 cosas a cual más calórica que la anterior. Diez de ellos fueron consumidos por hambre, sólo dos de ellas fueron antojos. Mmm…. El consumo de calorías no bajó, pero como ese no era el punto…. Al menos ahora está comiendo todo con hambre.

Abril 12. No ha estado chequeando sus comidas, ni escribiendo en su diario, porque andaba de vacaciones. Está subida de peso. Claro, lo que está fallando es el sistema. Implementa una nueva revolución y un nuevo sistema de medición. Ahora, el sistema va a estar basado en premios por resultados. De ahora en adelante, va a ganar un punto cada vez que coma sólo cuando tiene hambre, no está claro si 1 o 2 puntos cuando pare de comer al llenarse, y 1 punto cuando coma sólo cosas que le gustan. El sistema de premios es así: Cada vez que acumule 30 puntos, se gana un regalo de US$30, etc. Por supuesto, puede acumular puntos… por si se antoja de algo de más de US$30. Hay una salvedad, ella va a hacer lo que esté en sus manos por adelgazar, pero que si no lo logra, era que no estaba en su destino bajar de peso.

Abril 13. Se ganó un punto

Abril 14. Esta noche no cuenta, es “restaurant night”.

Abril 18. Hoy conoció a Ian, es un poeta y le gustan los gatos, a ella le gustan los gatos. Ella quiere un cuerpo como el de Demi Moore en G.I Jane, o el de la actriz de Matrix. El desear eso demuestra su determinación (escribe en letras mayúsculas). Ella no necesita una vida, necesita un cuerpo y lo va a obtener cueste lo que cueste. Ah, y va a arrastrar a Ian con ella. Juntos se van a inscribir en un gimnasio, van a escalar y tomar clases juntos (no dice de qué). Va a atraparlo en sus rutinas de ejercicio y así compartirán cosas juntos.

Abril 19. Salió a montar en bicicleta con Ian, pero su cadena se rompió, probablemente porque anoche la utilizó. Hoy se siente flaca y no tuvo hambre de más en todo el día.

Mayo 10. Mi vecina se explaya en una lista interminable de sueños. Quiere a Ian en su vida, y arco irises, y paseos bajo la lluvia (donde ella es flaca) y otras pendejadas similares.

Mayo 11. Ian tuvo que irse. Nicole y Doris se fueron con él. Perras.

Mayo 17-18: Ben quería matar a Ian. Ben= Malo (La letra parece un poco de borracha, está ilegible e incoherente)

Mayo 26. Lleva varios días sin escribir. Hoy vuelve a retomar este diario como diario de dieta. Ya no le importa su peso, y es consciente de que hay cosas que no puede cambiar. Sin embargo, intentará desde una perspectiva menos enfermiza cambiar sus hábitos alimenticios y eventualmente lograr perder esos kilitos de más que le sobran. Ya no tiene afán, ni ansiedades con respecto hacia ella o su cuerpo. Además ya no está sola, Ian sostiene su mano, y la quiere tal y como es.

Después de esta fecha no hubo más anotaciones. Creo que la dieta fue reemplazada por otra terapia baja-kilos más eficiente, porque el día de su trasteo mi vecina se veía guapísima, y había un tipo con cara de poeta cargando su gato, y ayudándola a mudarse. Me di cuenta también, que el diario de mi vecina no resultó ser otra cosa que uno más de sus libros de superación, tal vez el único que valía la pena leer, porque su enseñanza era infalible: No hay gadejo que un buen po…eta no quite!

1 comentarios:

Sex Shop dijo...

Muy buenooooooooooooo!!!!!!!

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